domingo, 13 de diciembre de 2009

Y vuelve a empezar... Una nueva obra, un nuevo proyecto, una nueva ilusión.






En el más remoto confín de la China vive un Mandarín inmensamente rico
al cual nunca hemos visto y del que nunca hemos oido hablar.
Si pudieramos heredar su fortuna y para hacerle morir solo hubiera que apretar un botón sin que nadie lo supiese. Quién de nosotros no apretaría ese botón.

(Chateaubriand. El genio del cristianismo.)

Después me asaltó una duda mayor. Comencé a pensar en la familia de aquel Mandarín que despojada de la herencia que yo consumía en platos de Sèvres, iría atravesando todos los infiernos tradicionales de la miseria humana: los días sin arroz, el cuerpo sin abrigo, la limosna negada.

(Eça de Queiroz. El Mandarín.)


[Trás de mí una escena y diezmil frases que repetir...]

1 comentario:

  1. Como diría Juan Palomo..."Yo me lo guiso, yo me lo como".
    Y es que es tan fácil ser egoísta...eso nos pasa por ¿animales? Si hasta ellos les dan de comer a sus crías y cuidan a los demás de su manada pero claro, ser rico es otra cosa y si para serlo hay que olvidarse de otra familia a la que no conocemos de nada, pues mejor. Alguien dijo alguna vez: "No debes hacerle a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti" y cuántas veces nos lo habrán dicho de pequeños... pero bueno, ahora como somos mayores, ya no cuenta. Lo malo ocurre cuando eres tú el afectado, entonces sí.
    Yo por si acaso, no voy a apretar ningún botón, no vaya a ser que se despierte el mandarín...

    ResponderEliminar